27.7.10

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Últimas tomas en la carretera. Vamos de vuelta a casa con el sol poniéndose a nuestro costado derecho. Todo son tres acordes suaves de guitarra hueca, un bandolón y una trompeta que grazna. Soplo un peine cubierto de papel y hago vibrar esa música pequeña dejando que escapen burbujas inmensas que no veré volver. Y ahí los colores del día, ahí el día esférico, ahí el tren que me da vueltas.Corren rayas junto a nosotros. Blancos, grises, verdes bajo un litro de agua. En una botella de plástico meto luz y me toco las sienes y la frente y no duermo en el camino. Sueño en vivo: llevo una falda rosa y un suéter blanco, el pelo como tallarines sobre la mollera, escurriéndoseme por los lados, haciéndome lucir extraña, extranjera. Cuando me veo en la fotografía no reconozco esa felicidad. Y me guardo yo y la fotografía sigue en la carretera, te toma de la mano, apunta para donde sale la luna esta noche...





Antes de irnos de vacaciones. Cuatro collages hechos en Picasa. Tere estuvo de visita. Llegó casi al mismo tiempo que su postal y el recibo del agua. ¡Me puse feliz! Dejó un encendedor rojo, snapshots de Zacatecas y muchas más fotos de sus nuevos tatuajes...

10.7.10


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Hay una hora de la tarde en que tu cuarto se llena de una luz especial, se ve invadido de sol y el verde y el azul de la ropa de cama hacen que las sombras proyectadas en las paredes, movidas por el soplo de las cortinas, floten en un ambiente submarino. Es la hora en que me gusta soñar junto a ti, imaginar que también nos movemos, hundidos en sudor; y realmente ¡realmente! soltarme y dejar que todo eso me lleve al centro, a algún centro, al centro de algún afecto importante.

1.7.10




Los días se alargan, el trabajo se amontona y hay sobreproducción y no para. Me duelen los codos de tanto estar contra el escritorio y todo el ejercicio del mundo no alivia esa pena en particular, esa dolencia de carne pellizcada por los huesos. Tras el parado de cabeza, ¿cómo transformo toda la fruta de temporada en músculos? Los proyectos de verano avanzan bien, inesperadamente, aunque desbaratando deadlines y escurriéndose sin fecha. Igual que los cheques, se retrasan, van muy a su ritmo, van mucho más lento que todo lo demás, como seres que vienen de visita desde el pasado y no se hacen responsables del presente. Quincenas de 20 días, me explica papá, es por eso que no salen las cuentas. Sin embargo sale, todo lo demás sí sale. Ahora más planes de moverse, de ir otra vez en autobús con los cuatro audífonos conectados a una misma salida de audio y hay plan de estar una semana como turista en mi propia ciudad (al menos una). ¡Los filtros! Los filtros funcionan de maravilla, van surgiendo y todo es como se calculaba o mejor, salvo la historia que no emerge pero tiene que hacerlo. En mi fondo de pantalla hay un retrato de Buñuel hecho por Salvador Dalí y este fin de semana el gran hallazgo fue una pelea por celos entre insectos (escarabajo y grillo). Ya no soy el saltamontes que se pasea todo el verano y en invierno se muere de hambre, me parezco más a la hormiga que tiene litros de cerveza y fiesta salvaje en la temporada de encierro. Pero esto tampoco es verdadero; más bien soy la niña que inserta alfileres en los pequeños cadáveres, emocionada con su colección de miniaturas. Hago miniaturas. Un cine al aire libre para bichos con películas mudas, animación detenida y live action. Tiempo detenido. Aprendo y no aprendo nada. Tengo planes y no hay plan. Van saliendo las cosas y no salen, mi coche avanza y se mata: no es una carrera ligera, es lenta, hay tráfico pero traigo buena música y ahí voy...