Fin de semana junto a las montañas. Sueño: ese pueblo del sur donde son los hombres quienes mueren de amor. Y en días nublados a veces quiero el tropical oeste, sus árboles de ramas tan grandes y frutos pesados que las doblan. Su humedad y moscos. Quiero oler los jugos podridos de lo que es demasiado y no se alcanza a devorar. Las panzas-arriba de las bestias indigestas. El discreto triunfo del reino vegetal, entrelazando ramas y raíces por encima y por debajo de nosotros.
Pido, planeo, pienso... en mi siguiente revolución (¿revolución?). Se ve diferente ahora, cuando es mi propio tiempo, mi propio dinero y recursos lo que ha de incendiarse. Esfuerzos y descansos, este confort que me procuré a mí misma como la madre que pretende saber lo que quiere la hija. Lo voy a revolver todo otra vez. Tal vez ya no dé manotazos en la mesa., ni pegue gritos, definitivamente que no. Será más sutil y más difícil por no haberlo hecho ¡en años!
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